No cogía un alfiler en el Pabellón El Pandero de Palma del Río. La ocasión lo merecía. Llegaban el Bidasoa y su extraordinario palmarés, amenazando a un Ars que, definitivamente, se ha acoplado a la categoría. Los palmeños le faltaron el respeto a la historia de una de las referencias del balonmano español en el partido soñado. Todo salió bien, el público vibró y hubo goleada. Una fiesta por todo lo alto, oiga.
El equipo irundarra, en División de Honor B tras un descenso impropio de su prestigio, no pasa por el mejor momento. Rafa Moreno, sabedor de las lagunas de su juego, apostó por el triunfo desde el principio. El técnico pidió a los suyos que no se volvieran locos, pasara lo que pasara en la grada y en la pista. Abstraído de todo, el siete palmeño hizo camino pedalada a pedalada. Las alarmas saltaron en el banquillo visitante cuando la muñeca de Chispi, intratable una vez más, ponía el 9-5. Tiempo muerto en la pista para cortar la lanzadera en la que se había convertido el Ars.
El viento se mantuvo a favor de ahí en adelante. El Bidasoa no podía ofrecer tan poco en su primer desplazamiento en la categoría y se enganchó tímidamente al partido. Hizo la goma y obligó a los locales a vivir en un permanente estado de concentración. El paso por el vestuario no alteró nada porque la reacción vasca nunca llegó.
Nada inquietaba al Ars. Ni tan siquiera las molestias físicas de Víctor y Dublino, que se marcharon al banquillo a la espera de que el partido se pusiera feo. El ataque local sacaba oro en cada acercamiento para completar un partido enorme, ante un enemigo glorioso, en un escenario inmejorable y al calor de un millar de gargantas que se lo pasaron en grande.
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